Este magnífico cuento de Ana Meilán nos ayuda a trabajar la inteligencia emocional.
Simón era un niño muy muy llorón.
(Nuestro protagonista en este cuentacuentos tenía forma de cojín).
Y los niños del cole demostraron que también ellos sabían llorar como Simón y para ello se prestaron a hacer un casting de llorones.
Simón decidió guardar sus lágrimas y las de todo el que llorara delante de él en botes, para que nadie más lo llamara llorón.
Guardó todos los botes debajo de su cama.
Pero después de guardar todas la lágrimas se dio cuenta de que la gente no podía expresar lo que sentía. Y... ¿qué pasa si el mundo se queda sin lágrimas?
Esta pregunta nos dio mucho juego, cada alumno expresó su opinión y entre todos hicimos nuestro gran bote de lágrimas.
Escribiendo lo que les hace llorar en una pequeña lágrima que cada uno decoró a su manera.
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